"LA SOLEDAD nunca es una enfermedad —indica el libro In Search of Intimacy—. Es un anhelo sano [...], un indicio natural de la carencia de compañerismo.” Este sentimiento debería conducirnos a buscar buenos amigos, tal como el hambre nos incita a ingerir alimentos nutritivos.
No obstante, “a algunas personas no les gusta tener contacto con las demás”. Sin importar por qué lo hacen, lo único que consiguen es encerrarse aún más en sí mismas. Dice un proverbio bíblico: “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta; contra toda sabiduría práctica estallará” (Proverbios 18:1). Así pues, es preciso reconocer en primer lugar la necesidad de amigos y luego tomar medidas para satisfacerla.
En vez de compadecerse o envidiar a los que parecen tener más o mejores amigos, ¿por qué no adoptar una actitud positiva?
Conviene cuidarse tanto física como mentalmente. Cuando el cuerpo recibe la comida, el descanso y el ejercicio que necesita, mejoran el ánimo y el aspecto. Además, al estar limpios y bien arreglados, no solo resultamos más atrayentes, sino que gozamos de una mayor autoestima. Claro, no hay que obsesionarse con la imagen. “Vestir a la última moda no ayuda a encontrar amigos de verdad —dice Gaëlle—, pues la gente que vale la pena mira el interior de uno.”
Seremos más atractivos si nos cuidamos física y mentalmente
Hay que tener presente que nuestros pensamientos y emociones se traslucen en nuestra forma de hablar y en la apariencia que presentamos. ¿Somos optimistas? Entonces se nos notará en el semblante. Y no hay nada que nos favorezca tanto como una sonrisa sincera. Además, como explica Roger E. Axtell, experto en lenguaje corporal, sonreír es un gesto “absolutamente universal” y “casi nunca se presta a ser malinterpretado”.* Si le añadimos un buen sentido del humor, no faltarán quienes quieran acercarse a nosotros.
Ya que las buenas cualidades proceden del interior, debemos esforzarnos por llenar la mente y el corazón de ideas y sentimientos positivos. Lo lograremos, por ejemplo, al leer sobre asuntos interesantes y significativos (noticias de actualidad, culturas diversas, fenómenos naturales, etc.), y al escuchar música que nos levante el ánimo. Al mismo tiempo, hay que evitar convertirse en espectadores pasivos que embotan su mente con las fantasías de la televisión, el cine y las novelas. Las amistades que salen en la pantalla no son reales, sino fruto de la imaginación del guionista.
Lograremos buenas relaciones si nos abrimos y permitimos que nos vean como somos. Más importante que el físico o el carisma es la expresión de lo que llevamos dentro. “Puede que quienes disfrutan de amistades fuertes y duraderas sean introvertidos o extrovertidos, jóvenes o mayores, tontos o inteligentes, feos o guapos, pero siempre tienen una característica en común: son francos —observa el consejero Alan Loy McGinnis—. Poseen una transparencia que permite a los demás observar lo que hay en su corazón.”
No se trata de abrir el corazón de par en par ni de revelar los más íntimos secretos al primero que venga, sino de manifestar nuestras verdaderas opiniones y emociones de modo selectivo y gradual.Ahora bien, hasta si uno es sociable por naturaleza, hacen falta tiempo y vivencias en común para que surja la confianza mutua. Entre tanto, no hay que inquietarse por lo que piensen de uno.
“Nunca se ejerce una atracción mayor que cuando uno revela sus cualidades más sinceras y genuinas”, escribió el consejero familiar F. Alexander Magoun. Los que son felices de verdad no tienen que andar con simulaciones ni tratar de impresionar a nadie. Para gozar de amistades auténticas hay que ser auténtico y, de igual modo, dejar que los demás sean como son. La persona alegre acepta al otro como es: ni se exaspera por sus pequeños defectos ni trata de moldearlo según su criterio. Así pues, esfuércese por estar satisfecho y no ser hipercrítico.
Primero hay que ser amigo
Existe un factor aún más relevante, sí, de primera importancia. Hace casi dos milenios, Jesús subrayó la clave del éxito en todas las relaciones humanas: el amor altruista. Lo hizo al comunicar una enseñanza que hoy se conoce como la Regla de Oro: “Así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, háganles de igual manera a ellos” (Lucas 6:31). Efectivamente, la única forma de conseguir amigos de verdad es siendo generoso y desinteresado. En otras palabras, primero hay que ser amigo. Estas relaciones solo tienen éxito cuando uno se preocupa más por aportar que por recibir, lo que exige estar dispuesto a anteponer las necesidades ajenas a las conveniencias y gustos propios.
“Como enseñó Jesús, la verdadera felicidad proviene de dar. El receptor es feliz, pero quien da lo es mucho más. Entre los regalos que les podemos hacer a los más allegados están la preocupación sincera por su bienestar, el esfuerzo por entender sus problemas y los actos que realizamos a favor de ellos sin que nos lo hayan pedido”. Por lo tanto, hemos de interesarnos en otros, lo que incluye estrechar las relaciones que ya tengamos. No debemos sacrificar la amistad por actividades que no sean tan nobles ni tan gratificantes. Recordemos que los amigos merecen tiempo y atención.
Otro elemento fundamental de las relaciones felices y duraderas es el respeto mutuo, que incluye la consideración por los sentimientos ajenos. ¿Verdad que nos gusta que nuestros compañeros actúen con tacto y discreción cuando sus preferencias y criterios difieren de los nuestros? Por eso, ¿no deberíamos nosotros actuar de igual modo? (Romanos 12:10.)
Otra manera de mostrar respeto es no someter a los amigos a un control asfixiante. En la auténtica amistad no tienen cabida los celos ni las actitudes posesivas. Puesto que en 1 Corintios 13:4 la Biblia dice que “el amor no es celoso”, es necesario evitar la tendencia a querer a los amigos para uno solo. No hay que ofenderse ni dejar de hablarles cuando se sinceren con otros, sino aprender que es beneficioso ampliar nuestro círculo y dejar espacio a los demás para que forjen otras relaciones.
También hay que tener presente que los compañeros necesitan su espacio privado. Tanto los solteros como los casados precisan tiempo para ellos mismos. Siempre han de primar el equilibrio y la consideración: no tenemos por qué retraernos de buscar a nuestros amigos, pero tampoco debemos abrumarlos con nuestra presencia. Bien lo advierte la Biblia: “Pon rara vez tu pie en la casa de tu vecino, no sea que se canse de ti” (Proverbios 25:17, Martín Nieto).
No se puede esperar perfección
Como es natural, cuando dos individuos se conocen bien, llegan a ver con más claridad tanto los defectos como las virtudes del otro. Pero esto no debería desanimarnos de entablar nuevas relaciones. “Algunos esperan demasiado de los amigos en potencia —comenta Pacôme, de Francia—. Quieren que solo tengan buenas cualidades, pero eso es imposible.” Ningún ser humano puede ofrecer perfección, y nosotros tampoco tenemos derecho a exigirla al prójimo. Dado que esperamos que los más allegados nos acepten con nuestras imperfecciones y las disculpen, ¿no deberíamos nosotros pasar por alto sus puntos débiles, en vez de exagerarlos o incluso verlos donde no los hay? El escritor Dennis Prager advierte: “Amigos perfectos (esto es, [los] que nunca se queja[n], que siempre manifiestan su cariño, nunca cambian de ánimo, se preocupan por nosotros y nunca nos decepcionan) son sólo las mascotas”. Si no queremos quedarnos con mascotas como nuestra mejor compañía, tenemos que seguir el consejo del apóstol Pablo de dejar que intervenga el amor, el cual “cubre una multitud de pecados” (1 Pedro 4:8).
Se ha dicho que la amistad duplica las alegrías y reduce a la mitad las tristezas. Sin embargo, si somos realistas, no podemos esperar que los amigos remedien todos nuestros problemas y satisfagan todas nuestras necesidades, pues esa es una manera egoísta de concebir la amistad.
Amigos fieles contra viento y marea
Una vez establecida la relación, no debemos darla por sentada. Los verdaderos amigos, aunque se encuentren separados por el tiempo y la distancia, están siempre presentes en nuestros pensamientos y oraciones. Aunque no los veamos con frecuencia, cuando sí lo hacemos nos resulta fácil ponernos al día. Sobre todo cuando pasen por dificultades o necesiten ayuda, es importante que estemos a su lado. En la mayoría de los casos, no debemos alejarnos cuando enfrenten problemas, pues es entonces cuando quizás les hagamos más falta. “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia.” (Proverbios 17:17.) Y si surgen malentendidos, haremos enseguida las paces y los perdonaremos, pues si somos amigos de verdad, no los abandonaremos cuando las cosas dejen de marchar bien.
"La felicidad compartida es una fuente permanente de afección y entendimiento, pero al no compartir la felicidad, ésta se convierte en una cuestión temporal."
Haile Selassie I
Green Valley - Hijos de la tierra
Hace 6 años
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